jueves, 24 de junio de 2010

[[Mi amor, mi querido amor, mi dulce amor]]

Mi amor, mi querido amor, mi dulce amor:

El cielo que hoy se me hace más inmenso es mi fiel confidente y cómplice para escribirte estas líneas. Aquí en el alfeizar de la ventana nadie sospechará nunca que esto sea una carta de amor. Ya han pasado unos días y aunque prometí no desesperarme, no puedo evitar que se me hinche el corazón y se me apague la mirada cada que alguien me pregunta por ti. Por eso y sólo eso necesito escribirte y que sepas de mi.

Los días siguen siendo tan distintos que me da la leve impresión de que mis matices se confunden en ellos, te he comprado el poemario de Neruda que te prometí, he marcado ciertos versos con la excusa de ser los más resaltantes pero ambos sabemos que sólo lo hago para enamorarte, esperaré a que vengas porque no soy tan romántica como para leerlos y esperar que el aire los lleve hasta donde estás.
¿Y tú? ¿Cómo estas? ¿Hace mucho calor?, por acá el calor es tan agobiante que al mediodía me tumba en la cama, donde entre vaporones sueño contigo, ¡pareciera que las paredes son hechas de sol! Aquella vez te dije que acabarías queriéndome y así fue, las almas que se rasguñan el aura no pueden estar tanto tiempo sin percibirse la una a la otra. Pretender que buscamos a un príncipe o una princesa es sólo una excusa que nos dedicamos a repetir una y otra vez desde que Disney nos enseñó que los finales felices sólo vienen con títulos de nobleza. Al principio, aunque nos hubiéramos creído esa fábula, nos llegó la buena nueva de que el amor ya nos había hecho para cuando tú apareciste en mi vida. No había nada que preparar, todo estaba mágicamente unido por infortunios que nos llevaron al día de nuestro encuentro, y sí; aunque reconozco que en un principio te amé en silencio, pero te recuerdo, mi dulce amor, que no todos los que amamos en silencio estamos a la deriva, pues no todos los que callan son cobardes ni todos los cobardes saben amar. Y así simplemente llegamos al maravilloso pacto: yo me encargo de que el corazón palpite y tú de las feromonas.

Es casi seguro que los amores platónicos terminen en infortunio. Pues entre Martes y Venus se pierden. Hay quien dice por allí que las cosas hay que dejarlas ir para ver si vuelven, ¡Qué idiota es tal refrán! Nunca creí que este refrán se aplicara a nosotros, me pareció más para el respaldo de una tarjeta de San Valentín que nunca te compraría.

Ya nos habíamos visto, nos faltaba encontrarnos.
Recuerdo que la oportunidad llegó un jueves, son los días perfectos para hacerle el amor a todo cuanto respira.

No hubiéramos necesitado de nada más, ese día nos fundimos en una profecía unilateral, de ser una sola melaza y una sola coraza, una promesa que te devuelve la arritmia al cuerpo y te talla en el alma aquellos días que ruegan no perderse para siempre en la memoria, porque yo reescribí mi nombre con tus manos y decoré el mundo con cada hiato que te pertenece. Las venas hablan por si solas, los sueños son sólo treguas que nos damos para dejar de amarnos con tanto fervor. Fue así de sencillo, así que no tengo porque intentar darle el protagonismo a mis metáforas.
Mi dulce amor, siempre estás en mi mente, en mi mente siempre estás, estás siempre en mi mente. No lo puedo evitar, no lo quiero evitar. Es como una irremediable razón poderosa y sempiterna. Pareciera que me invaden las palabras de tu rito y de ti, de todo lo que pareciera ser un recurso literario, extenso, delicado y exacto en medida.
Hay quien me pregunta si tú volverás y yo simplemente hablo en contra de las horas que intensamente se esfuerzan en alejarme de ti. Y no, no es una metáfora literaria. No amor, no permitamos tal profecía, y es que en tu forma cóncava no puede existir otro convexo que el mío, lamentaré el día que ya no quieras que mis versos se deslicen por las manos de aquel vagabundo guitarrista para cantarte sonetos de amor. Si quieres seguridad entonces qué mayor prueba que la que nos sacude en este momento, te he dado la mitad de mi amor en forma de adelanto… ¡no es fácil respirar a medio corazón! Te imagino caminando por las mismas calles cada día acompañado de ese aire que te caracteriza y esa mirada distante de la que me he enamorado perdidamente, por consecuente no puedo hacer otra cosa irremediable que no sea la de querer estar contigo para quemar el cielo y reconstruirlo con las brazas de nuestras almas en una fusión alarmada y sempiterna, legendaria y laica.
No sé si aún lo recuerdes mi querido amor, pero aquel día en la playa ronda mis días como fiel depredador que viene a ver a su presa. Hacía mucha brisa, tanta que el calor parecía impregnarse a ella, habíamos quedado a las once y media, ni un minuto más ni un minuto menos. Cuando llegué vi que aún no llegabas, así que me senté a acompañar al mar, las olas mojaban mi espera, decidí sentarme cerca para que el mar sintiera mi compañía porque la sola presencia no basta amor para sentirnos acompañados. Sumida entre la brisa salada no vi cuando llegaste, te sentaste a mi lado y te quejaste de mi puntualidad, sin saberlo estábamos allí palpitando a un sólo corazón, con los mismos miedos y el mismo deseo. Yo llevaba dos mandarinas en mi bolso y decidí sacarlas para romper un poco el hielo, comiéndolas me preguntaste si yo sabía besar a lo que te respondí ingenuamente que no, me miraste y tomaste un gajo diciéndome que tenía que aprender y que ese gajo de mandarina sería mi mejor profesor. Me pediste que lo tomara en mis manos y que con mis labios lo abrazara dulcemente, lo hice, y el gajo de mandarina suave, como lo están cuando la fruta esta muy jugosa, me devolvió el abrazo. Al abrir los ojos descubrí que te reías de mí, me puse como un tomate, ¡Qué tonta amor! Ese día pensé que te burlabas, hoy sé que sólo reías porque te sentías abrumado ante mi inocencia que a la vez era ingenuidad. Ese día no fue nuestro primer beso, sino muchos días después, pero aún en estos días amor guardo con recelo la piel de esa mandarina pues, elementalmente, fue un buen profesor.

Lamento si mi nostalgia te aturde un poco, volviendo al tiempo presente, no hay mucho que pueda contarte, aquí nada cambia, bueno última novedad es que ahora mi madre y yo vamos a comprar frutas los jueves, siempre le pido que me traiga mandarinas. Sigo preguntándome cómo estarás, si hace frío o es de noche, y si como yo, dedicas unos minutos del día a nuestro amor.

Ay amor, ¡Cuántos infortunios tuvieron que juntarse para que nuestra separación tuviera que convertirse en un hecho, que me rompe las venas y que me llena de una cruel impotencia! Entiendo que es para nuestro bien pero en mi cama se fermenta tu ausencia, se despliega como el perfume mas abrazador que hayas conocido jamás, tu olor es algo que tengo atrapado entre cada capa de mi epidermis, hace unos días creí olerte, pero no era mas que una alucinación olfativa.
Sabes amor, en el mundo hay muchos corazones rotos, no te estoy mintiendo, sino sólo puedes mirar en la noche, son todas esas estrellas que hay en el cielo, aquellas que se han perdido de su constelación y luchan por permanecer ahí, brillando con toda la fuerza posible hasta encontrar una salida a su tristeza, los abandonaron a su suerte y a su soledad. Cuando comienzas a amar debes tener siempre presente que ese amor puede en algún momento romperse, porque el amor es tan intenso que es a la vez muy frágil. La palabra siempre no es ninguna garantía, es sólo la perfecta excusa para aquellos que necesitan decir algo para convencer al corazón.

Mi amor, mi dulce amor, mi querido amor, sólo te pido que no te rindas a la insistencia de los días, que no te afanes en amar a un fantasma, que no desesperes cuando al final del día no tengas mis brazos y que nunca dudes que la mitad del corazón que te llevaste palpita como el primer día. Cree mas en mi amor que en estas vagas letras, pues no soy tan buena escribiendo como lo soy amando.

Me despido dejándote todo mi amor y estas letras amateurs, te veré más pronto de lo que tu corazón tarde en notar mi ausencia. Te quiero.

sábado, 19 de junio de 2010

[[Despedida sin ti]]



Querida tonta,
No debería decírtelo así tan espontáneamente, pero creo que lo nuestro debe terminar. Si es que alguna vez empezó. Y es que una vez te quise de eso no te quepa la menor duda, pero tu falta de cordura siempre me envió lejos. Me iré a conocer el mundo y en mi maleta no hay espacio para ti, ¡no llores mujer! Que la vida sigue su curso, ni era yo para ti ni tu para mi, fuimos solo los retazos que dejo el otoño para juntarse en el invierno. Nunca olvidare tus pasos torpes y tus manos largas, fueron mi refugio en las noches que nadie me quiso y yo quería querer, te anexo a esta carta todas las promesas que te hice y me llevo lo mejor de la ilusión que me diste. No me odies mí querida tonta, pues en las cenizas de ese odio seguiré viviendo, y culpables y victimas no queremos, tu sola eres responsable de lo que sentiste por mi, yo por mi parte ya desde hace tiempo tenia extinguido mis sentimientos hacia ti. No fui el príncipe que tal vez creías pero tu tampoco fuiste necesariamente la diosa que yo espere, y sin embargo te quise y me quisiste. Soy el ladrón de tu amor, el hombre que te partirá el corazón que vomitaras por el dolor que sentirás al enterarte de mi partida, y escribirás porque esa es tu mejor virtud, la que me acerco a ti y al mismo tiempo me alejo, pero debo decirte algo mi tonta deja de buscar el amor en versos, allí no lo encontraras. No existe, y por mas que te lo reinventes no existirá. Extrañaras a aquel hombre que tus metáforas parieron y lloraras aquel amor que tus hipérboles glorificaron, pero a mi… a mi nunca me extrañaras.

Sin embargo te confieso que algún día debo volverte a encontrar, porque mi final literario será asesinar las ganas de encontrarme de nuevo con los labios que me enseñaron a besar.
Zeta.



"Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón,
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
...pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por qué callé aquél día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?"... G.B


No hay cancion que le robe a Becker su lugar en esta despedida.