
No hay luces en tu ventana. Hay sombras que no se pueden ocultar, te perdí desde el primer momento en que decidí que mi amor sería suficiente para que te quedaras a mi lado. Mi amor que un día lo fue todo, hizo que todo se convirtiera en lamentos quebradizos y lagrimas versátiles. Nada tiene que ver el amor en el sufrimiento al cual ambos nos sometimos, aquel rito magnifico de gritarnos palabras secas, para luego acabar en los rincones abarrotados de tu boca que saben a otoño, y en mis manos asustadas que buscaban escabullirse. Solo tú, él y yo. Me perdí en un momento en que la sensibilidad cegó mi realidad y la transformo en una serie de cuentos para no dormir, sin dragón, ni princesa, ni un alma triste. Solo tú, él y yo. Hay palabras que solo se me juntan en aquella mesa vieja donde tejía con amor versos que una vez en tu mano, daban la percepción de ser rosas marchitas con espinas que a la larga ambos nos hincamos en tertulias que yo imaginaba y tu narrabas. Solo tú, él y yo. Hay días en los que los semáforos no cambian de luz, las nubes no acompañan a los transeúntes, los fármacos no hacen efecto y los recuerdos hacen un diluvio en mi alma.
Yo hasta que las cartas no se añejaron en mis bolsillos, nunca comprendí quien había hecho grietas en nuestro amor…,
Yo hasta que las cartas no se añejaron en mis bolsillos, nunca comprendí quien había hecho grietas en nuestro amor…,
Solo tú, tu ego y yo.